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Japón, India y África: ¿Qué tienen en común sus filosofías ancestrales?

9 dic 2024

Purple Flower
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Puede que, a simple vista, Japón, India y África parezcan mundos totalmente distintos. Sus paisajes, sus lenguas, sus costumbres… Pero si te detienes un segundo y miras un poco más profundo, descubrirás que sus filosofías ancestrales comparten un mismo latido. Una especie de hilo invisible que cruza mares y montañas para recordarnos algo esencial.

Este viaje es un paseo por ese hilo.


"Cada de uno de nosotros somos un mundo, y a la vez, no somos tan diferentes" - Jose Villalobos


1. La conexión con lo invisible

En Japón, el Shintoísmo nos habla de kami, los espíritus que habitan en la naturaleza. Cada árbol, cada río, cada piedra puede ser un hogar sagrado.

En India, el Hinduismo nos muestra la danza cósmica de Shiva, donde todo es parte de una gran energía universal.

En África, muchas culturas viven bajo la idea del animismo, donde no hay separación entre lo material y lo espiritual: los ancestros, los animales, la tierra… todo está conectado.

¿El punto común? La certeza de que el mundo visible es solo una parte de la historia.


2. El valor de la comunidad sobre el individuo

En Japón, el concepto de Wa resalta la armonía grupal, la importancia de no romper la paz social.

En India, el Dharma no es solo un camino personal, sino también un rol dentro de la comunidad, un deber hacia los demás.

En África, la filosofía Ubuntu resume esta idea con una sola frase: "Yo soy porque nosotros somos."

¿El punto común? El bienestar individual está entrelazado con el bienestar colectivo. No florecemos solos.


3. La impermanencia de todo

El Budismo Zen japonés abraza la idea de que todo cambia, todo fluye (mujo). Nada es permanente.

En India, la Rueda del Samsara simboliza los ciclos de nacimiento, muerte y renacimiento.

En África, los ciclos de la naturaleza (lluvia, cosecha, sequía) son aceptados como parte de la vida, y las historias orales reflejan esa fluidez constante.

¿El punto común? La vida es un ciclo. Resistirse al cambio es ir contra la corriente.


¿Por qué importa todo esto hoy?

Porque aunque vivamos en ciudades llenas de pantallas, nuestros corazones siguen latiendo al ritmo de algo mucho más antiguo. Entender estas filosofías no es un ejercicio intelectual, es una invitación a recordar que estamos conectados. Con los demás. Con la tierra. Con nosotros mismos.

Y quizás, solo quizás, esa sea la enseñanza más universal de todas.

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